viernes, 13 de enero de 2017

Café que despereza día a día...
























Un trece entre cenizas en la taza
un trece en este viernes y un café
temprano, en este tiempo, viernes trece
manciatto, lentamente, perezoso
el negro más intenso, ennegreciendo
la piel de esa ambrosía que embriaga
asciende y desciende en espiral
cual canto de mujer con son cubano.

El tiempo va creciendo y decreciendo,
con tiempo, recreándose en compás;
los límites de tiempo, tan humanos,
no saben dónde vienen, dónde van,
subiendo por los aires sin confines,
trazando con el humo espirales
con párpados cerrados, degustando
por dentro, y bebiendo sorbo a sorbo...

Agustín imagina que ha visto
la noche en una playa contemplando,
testigo imaginario que va viendo,
a un niño atareado en plena acción.
Y si eso ha imaginado es que lo ha visto,
y viéndolo va viéndose a sí mismo
que crea y que recrea y se recrea
despacio, poco a poco en el café.

Dicen esas historias más antiguas
que un santo se detuvo frente a un niño,

mirando arrebatado al inocente
dispuesto a recoger con una pala

el agua y la sal de todo el mar...
Benditos inocentes reincidiendo,
habiendo imaginado previamente,
habiendo predispuesto, imaginado,
imaginado, dispuesto y practicado,
heridas en la arena, en la arena,
un agujero negro cual la noche,
ese agujero negro condensando
la inmensidad del agua y de la tierra,
la densidad del aire y el calor,
la arcilla de contrarios renovada:
crear de nuevo el mundo y verterlo,
beberlo en una taza de café...

Viernes, 13 de enero de 2017

No hay comentarios: